La isla del día de antes, Umberto Eco.
Las Mil Notas y una Nota
La isla del día de antes está narrada por un cronista que hizo la relación de los hechos a partir de un puñado de fragmentos manuscritos que Roberto de la Grive, el protagonista, escribió y abandonó en el Daphne, la nave, aparentemente desierta, a la que arribó como náufrago amarrado a un tablón, un día de 1643. La novela comienza en ese momento. Y a partir de éste navega por dos rumbos. Por un lado Roberto de la Grive explora el barco y escribe cartas a la amada que dejó en París. Por el otro hay un viaje retrospectivo que atraviesa por su infancia en la propiedad de la familia De la Grive, por el asedio del Casal (donde muere su padre), por su aprendizaje en las tertulias y salones parisinos (donde conoce a Lilia), y por el episodio de 1642 en que mientras fallece Richelieu, el futuro cardenal Mazarino, auxiliado por Colbert, lo involucran como espía en el Amarilis, un navío que no es cualquier navío. Su objetivo: vigilar al doctor Byrd, quien en secreto y con el Polvo de Simpatía pretende resolver el misterio de las longitudes; es decir, el modo de fijar el antimeridiano de la Isla del Hierro y al unísono acceder a las riquezas de las Islas de Salomón. Tal es el meollo y el punto beligerante entre los estados que buscan ser el más poderoso del planeta mediante el dominio de tal misterio y riqueza. Pero cuando el doctor Byrd y los suyos (a través de un método que parece de magia negra) están a un paso de precisar elpunto fijo, ocurre una peliculesca tempestad que hace naufragar al Amarilis, de cuyos restos el único sobreviviente es Roberto de la Grive.
El náufrago descubre que el Daphne, a imagen y semejanza de los navíos que exploraban el Nuevo Mundo, está repleto de animales y plantas nunca antes vistos por sus ojos. Además de los víveres, halla los papeles, mapas e instrumentos científicos de un hombre versado en navegación y astronomía; pero también comienza a advertir la presencia de un intruso, de una especie de fantasma inasible que se mueve con sigilo. A Roberto de la Grive primero le da por pensar en Ferrante, su hermano natural, que quizá exista en Europa y al que supone idéntico a él; y que allá, de niño, adolescente y joven, encarnó la sombra imaginaria (sosias u otro yo) para justificar sus culpas y ciertos paradójicos asedios. Pero luego descubre que se trata del padre Caspar, un jesuita muy erudito que busca, también, precisar el meridiano 180, el antípoda de la Isla del Hierro, el cual, según el jesuita, se halla en las Islas de Salomón, frente alDaphne. En este sentido, la ínsula que se advierte desde el bajel es la más salomónica entre las Islas de Salomón, inaccesible para el padre Caspar y para Roberto de la Grive, puesto que además de que no saben nadar, en la nave no hay bote ni, al parecer, manera de sortear los corales que la protegen. Pero lo fascinante para Roberto de la Grive estriba en que mientras que en el Daphne es hoy, en la isla es ayer.
El padre Caspar, un sabio prejuiciado por sus conceptos de astronomía divina que aún no digiere del todo la concepción heliocéntrica, escribe una obra sobre el Diluvio Universal. Auxiliado por Roberto de la Grive, a través del Instrumentum Arcetricum(un utensilio prefigurado por Galileo) se propone confirmar lo que ya dizque precisó en la isla con la Specola Melitense, que es algo más que un poderoso telescopio: especie de bola de cristal (o de aleph borgeseano) “capaz de revelar todos los misterios del Universo”.
Con el Instrumentum Arcetricum fracasan estrepitosamente. Luego, para trasladarse a la isla, intentan que Roberto de la Grive aprenda a nadar durante sesiones en las que debaten sobre cosmogonías y otros desvaríos. A Roberto de la Grive no lo mueve un interés científico, sino el hecho de nadar, literalmente, al día de antes, a la ínsula donde según el jesuita vive una solitaria pareja de palomas, una de ellasnaranjada, símbolo de todo lo evanescente e inasible que Roberto de la Grive sueña, idealiza, desea y espera para el futuro. Aunado a esto, la Specola Melitense, un oráculo para él, podría revelarle “donde y qué estaba haciendo en aquel momento la Señora” de sus sueños y pesadillas.
Ante el herético parloteo de Roberto de la Grive, el padre Caspar decide que por la salud del alma de su interlocutor, él irá a la isla caminando bajo las aguas. Para ello emplea una rudimentaria escafandra armada con sus manos, a la que añade un par de botines con suelas de hierro. Tal ocurrencia, absurda y risible, es uno de los inventos descritos con detalle (como el Instrumentum Arcetricum, la Specola Melitense, el órgano del Daphne, la Máquina Aristotélica del padre Emanuel, entre otros) que ejemplifican, de un modo caricaturesco, la ebullición experimental y cognoscitiva de la ciencia y la filosofía durante el Renacimiento.
Luego de fantasear los modos en que pudo morir el padre Caspar en el fondo de las aguas del mar, Roberto de la Grive, nuevamente solo, se hunde en la melancolía amorosa y se esmera por aprender a nadar. Pero también empieza a escribir una novela protagonizada por Lilia y Ferrante; es decir, imagina una serie de aventuras y amoríos, que son la contraparte y complemento de la historia en la que él se encuentra escrito. Así, después de sufrir la picadura de un pez piedra, logra regresar al Daphne y atosigado por la fiebre vive una serie de pesadillas, una urdimbre en la que se entretejen su novela y el palimpsesto del cronista. Al recuperarse, se abandona a su delirio y declive. Literalmente trata de convertirse en piedra y piensa lo que podrían pensar las piedras. Pero también, expuesto al sol, afiebrado y haciendo coincidir su destino con el destino de los personajes de su novela, escribe los últimos capítulos en los que imagina el castigo del malvado Ferrante; y a Lilia, envejecida y maltratada por la travesía y el naufragio, la ve arribando a un peñasco, exactamente en el lado opuesto de la isla: la parte que no se observa desde el Daphne. Incendia el barco y se arroja al mar.
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